jueves, 20 de febrero de 2014

Las charlas con el gato I ¿Qué carajo hacés ahí?

En un día tan especial como hoy, quiero regalarle a mi compañero gatuno una pequeña dedicatoria que abrirá un camino junto al mío y al de mis personajes en mi mundo del revés. Así empieza una historia más de las que hay a través del espejo. El protagonista no soy yo, pero sí es un ser que es muy importante en mi vida. 

¿Cuál es el significado de la vida para vos, humano? Contame, dale.

La realidad se aprecia por los 5 sentidos. O eso me dijeron alguna vez ciertas personas que aclamaban tener ese conocimiento. Debo admitir que a algunas les creí; a otras no. Sin embargo, hubo un buen día, como el de hoy, nublado por cierto, fresco. El aire que pretendía acariciar mi pelo, mis ojos cuando los cerraba, mientras conducía mi bicicleta en dirección a mi casa. Las nubes gordas y rechonchas, inalcanzables, tan etéreas, tenían ganas de irse a dormir ya que se sentían cómodas y acogidas por los rayos del sol que las tapaba y las abrigaba, mientras el frío se colaba desde la tierra hasta la mismísima atmósfera. Ese clima que invita a que cosas raras sucedan, inventos de una realidad que hoy voy a denominar paralela, aunque ya no sé dónde se ubica en mi entender escolar, científico, religioso, lingüístico, psicológico, real. Es esa realidad que está a través del espejo de la consciencia, mi consciencia, totalmente ridícula, pero mía en fin.

Apoyé la bici sobre el marco de la ventana, como hago todos los días, y como mi rutina y todas las rutinas del mundo, me engañé al pensar que no escuchaba nada porque seguramente el muy desgraciado estaría durmiendo, sobretodo porque era de esos días, como ya dije, cuando a él le gustaba dormir...sí, como a las nubes, gordo y rechoncho. Entré. Alguien no me había venido a pedir comida. Ya era demasiado extraño. Lo llamé. Y nada. Busqué un buen rato por la casa, pensando que tal vez había encontrado la forma de escaparse, como cuando se avivó que la ventana del lavadero no tenía traba y decidió hacer una performance de esos grandes y precisos saltos gatunos que él hace cuando quiere conseguir algo que yo le prohíbo. Pero no. No estaba por ningún lado en la casa, ni afuera de ella. Y algo en mi estómago me empezó a incomodar. Las raíces de la ausencia se expandieron desde mi vientre hasta mis pestañas, las cuales empezaron a brillar cuando se humedecieron mis pupilas. No podía pasarle nada. Hoy no, justo hoy no. Por favor.

Y me puse a pensar que tal vez se había cansado de mí. Pero me di cuenta que victimizarme no solucionaría nada. ¡Basta! Me dije varias veces. La autoestima baja es una estupidez. Si se fue, fue su elección, yo le di todo de mí, desde mis más cálidos abrazos, hasta mis más violentos berrinches. Todo. Y las nubes comenzaron a llorar su ausencia con lágrimas finas que apenas mojaban el suelo del patio, la bici apoyada en el marco de la ventana, aquella que yo solía abrirle para que salga a jugar. Y en ese mismo instante, el pensamiento tuvo lugar en mi mente retorcida: el espejo. Pero no, ¿cómo? Era imposible. Sólo yo podía pasar, nadie más; excepto, bueno... Lewis, Horacio, Ernest, Dario, José, el otro José, Jorge, Gabriel, y las chicas, por supuesto, Vir, Jane, Carlita. Espera, ¿quién era esa? No sé, no importaba. Y entre la imposibilidad y la posibilidad una vez más, me encontré con otra sorpresa en el espejo que lleva a mi mundo del revés, algo que no imaginé que pasaría nunca. Mi gato paseaba sobre el campo de flores.

Ni mis ojos podían creer lo que veían, ni mis oídos estaban demasiado alertas de lo que escuchaban. La bola de pelo negro, grande, algo panzona, se dedicaba a olfatear sigilosamente las flores malditas que en una ocasión se había comido mis rulos. Silbaba, el muy desgraciado había aprendido a silbar vaya a saber uno dónde, porque yo no sé hacerlo. De este lado, las gotas canturreaban en el techo de chapa, y parecía que tenían ganas de un coro de tenores, Il Divo probablemente. Pero cantaban con el agua, no con la voz. Y del otro lado del espejo había sol, mucho sol. Y mi gato le chiflaba a los insectos que se posaban en las desgraciadas flores. ¿Cómo lo llamo? pensaba. Podría mover el tarro de la comida tal vez, eso siempre funciona. Entonces sucedió que un trueno, el estribillo de la canción de las nubes, hizo temblar el espejo y por un instante las realidades se sobrepusieron gracias a que el sonido penetró en ambas al mismo tiempo. Mi gato se volteó y me vio. Y nos miramos fijamente por un buen rato. Los ojos resplandecientes, verdes esmeralda, verdes musgo, o verde cristal, o verdes simplemente, tramaban algo, como siempre lo hacían cuando se encontraban con los míos, mis pupilas marrones, conectadas con la tierra, con la madre tierra. 

-¿Qué hacés ahí? Gato boludo, ¿cómo entraste? -
- Como vos, humano. -

Estupefacto me quedé. Boquiabierto estaba. Ya que me di cuenta que en mi mundo, mi gato hablaba. 

Continuará...

sábado, 8 de febrero de 2014

Purity

Porque en Rusia están teniendo lugar otros sucesos además de los Juegos de Invierno...sucesos a los que no hay que cerrarles los ojos. Oh, tal vez...algún día nos demos cuenta.




Purity

He loved him, and he was loved back. They were in love forever. Surrounded by unknown phrases and definitions, he waited for him to arrive. Then he entered the place. Everybody looked at them. They knew. They whispered. Before sitting next to him, he kissed him, hugged him tight. "I love you" said he. Everybody was waiting for it to happen. They came. They took him. He shouted angrily. They were taking him away. Everybody was observing. Anybody did anything but watching. They took out the knife. They stabbed him several times. He died. They looked up for the other. He left crying. He would never come back.