miércoles, 24 de febrero de 2016

Reflexiones de La Existencia Utópica X: Moquehue, lugar donde hay maqui

Mi cuerpo es tu cuerpo, mi carne es tu carne. En el alma estaremos unidos eternamente.

Diez años, tu partida es una niña. Dime, tengo simple curiosidad. ¿Qué se siente, madre, al danzar en las aguas heladas de un lago, qué tan profundo es? ¿Cuál es aquella sensación de perderle toda clase de miedo a la naturaleza? Sentirla parte de uno, dejar de verla como un agente patógeno. Dime, madre, cómo se refleja en el cuerpo efímero. Cómo se somatiza la caída de un cerro, el precipicio, o aquel acantilado que veíamos a lo lejos desde la cabaña. Ya estoy cansado de somatizar estrés citadino...dejame dar un paseo con vos! Oh, madre mía, me imagino que antes de partir del todo habrás dado una vuelta sobre las curvas de la mujer montaña, la bella que duerme entre la nieve perenne. ¿Eran sus pechos tan perfectos? Tal vez sí, pero seguro que no estaban estigmatizados como los demás, seguro que la diosa que decidió descansar ahí no tenía extraños bultos internos, como los que te sacaron a vos, madre, malditos esos que te invadieron; maldito todo aquel que invade. Pero ya estás integrada, madre querida, en toda la belleza del lago del cuál te enamoraste. Oh, diez años ya, madre mía, y la zamba la bailas con los peces que papá aquella vez intentó pescar, ¿te acordás? Cuidalos, madre. Contales sobre mí, sobre mis hermanos y mi hermana. Contales sobre las veces que me porté mal, cuando reímos y lloramos todos juntos. Contales, madre, las veces que hiciste el amor y fuiste feliz. Y si algún pez atrevido se sonroja, explicale todas las otras formas de dar amor que tenemos nosotros los humanos. Flotá, luego, en las nubes que besan la superficie del agua cuando sale el sol. Y madre, quiero que entres a la cabaña, abras las ventanas, prendas el hogar, quiero sentarme a tomar unos ricos mates mientras escuchamos el fuego crepitar, ver como se convierte en cenizas la madera. Como le pasó a tu cuerpo físico, madre querida, tu primera conexión indolora con la naturaleza, el fuego que no quema madre, sino aquel que purifica. Quiero ver entrar la luz, verte sentada en los sillones y mirando sobre el respaldo hacia el lago infinito, señalando el dormido volcán, y que el sol alimente tu sonrisa. Oh, tu sonrisa madre mía, extraño tanto tu sonrisa, tu voz...si sólo la diosa despertara de su profundo sueño una vez cada 10.000 años y le permitiera a cada humano del mundo un deseo, pediría para mí escuchar tu voz cantarme otra vez, tu mano acariciar mi pelo y dormirme en tu regazo...tal vez para siempre, madre, tal vez para siempre.