lunes, 12 de octubre de 2015

Encuentro cercano del pasado




"Hay en el Perú la belleza original del hombre antiguo y primitivo al mismo tiempo; inclemencia y dulzura; de aparente caos primario? Y el interés tan novelable, del hombre en quien las fuerzas de la tradición, directamente vinculada al mito, y el poder de asimilar la maquinaria de la civilización moderna chocan, armonizan, con ese característico ritmo y fuego de los mundos nacientes en que la crueldad y el invencible destino de formar son igualmente profundos". José María Arguedas

Hoy soy un árbol, hija, mirame. Estoy roja como el fuego que me quemaba por dentro.


Hace más de 500 años ya, hija mía, pagando maldiciones. 500 veces 500 serán los dolores de la incomprensión de aquel día, de aquellos tiempos. Nada he visto que hayamos soltado, liberado. Siguen los mismos enojos, la bronca. La falsa integración que te hacen comer cuando aún no has podido calmar las aguas que corren bajo tu propio puente, porque después de 500 años te seguís preguntando de dónde venís, en lugar de cuestionarte a dónde vas. Echas culpas, dictaminas juicios, los malos son de afuera, los buenos son los de adentro. Repartís la tierra, como si ésta pudiera ser poseída, por tu mano o la del otro, la otra sangre, la que se mezcló en el puente. Apartate de pensar solamente en vos, después de 500 años, el Sol sigue siendo el mismo, y la Luna podrá cambiar de colores, pero no se refleja en tus pupilas, oscuras o celestes, o danza en tu pelo, negro o rubio, o acaricia tu piel, blanca o morena. Sino ves la unión, si te ves separada, siempre te sentirás vacía, dolida, iracunda. Alcanza con perdonar, dale un abrazo a los diferentes colores, a los diferentes cuerpos, no odies como lo hizo tu hermano en aquel tiempo, basado en la ignorancia y en la imposibilidad de ver más allá. Aprendé, por lo tanto, de su error, o de lo contrario, te llevará a cometer los mismos crímenes justificados con tu necesidad de impartir justicia engendrada del mismo odio por no poder ver más allá de la sangre, más allá de tu envidia, de los límites territoriales. Hoy sólo espero que reflexiones para dejar todo esto atrás de una vez por todas y simplemente respirar lo que hoy se te ofrece. El dolor es para liberarlo, la tierra te apoya y puede transformar los ríos de sangre para beneficio de otras vidas, tal vez olvidadas, ocultas, pero existentes, presentes en lo más profundo de esos ríos, de tus venas.