Hoy estamos. Mañana no sabemos. Este es un principio que
rige en muchas vidas. Vivimos y morimos. La muerte duele, y duele fuerte,
porque es lo que más le cuesta liberar al ego, que es nuestra parte que necesita
de lo físico para vivir y la inexistencia de este cuerpo nos lleva a la más
compleja de las crisis, ya que ni la lógica del ego puede expresar qué carajo
pasa, nos desborda. ¿Por qué llegamos a la crisis? Simple. Hemos aprendido mal
durante siglos. Cuando surgió el deseo de no morir, cuando quebramos el
pensamiento unido al todo, fue el momento en el que las actividades humanas
pasaron a sostener una sola cosa, la vida. Vivir. Vivir pasaba por detener
enfermedades, prevenirlas. Evitar peligros. El miedo. La NO aceptación a dejar ir. Se iba uno, protegemos al otro, se iba el otro, protegemos más al que viene después. La civilización. La
supuesta supervivencia, cuando nos olvidamos de la vivencia.
Ayer una persona cercana a mí ha dejado este mundo. Y una
vez más surge el dolor. Sin embargo, es una oportunidad más para los que nos
quedamos acá para poder desaprender el apego a lo físico, la vida no es sólo lo
que vemos, la vivencia enriquece más que enfocarse en la supervivencia. Hoy me
animo a liberar. Hoy elijo vivir en plenitud con mis pensamientos y le digo NO
a esa voz que me dice que todo es una mierda, que para qué carajo vivimos, si
total morimos, y a los porqués. Porqué esto, porqué lo otro. Mi cuerpo es
joven, mi mente está cansada de pensar tantas boludeces. Las lágrimas que
decida dejar correr serán el fruto de un aprendizaje. La despedida se
convertirá en bienvenida que aleja a los miedos, suprime los pensamientos y
reaviva las sensaciones, el sentir. La vida es para eso, para compartir. ¡Gracias infinitas!