jueves, 10 de diciembre de 2020

El Pequeño Bichito de Luz en…

¡Volviste, Oruguita!

Llegó ese día. Hacía calor durante el día, y el coro de grillos cantores ya acostumbraba a ofrecer su serenata a la luz de una luna que anticipaba el gran evento. Llegó ese día. Ella volvió. Su amiga, la Oruguita.

El Pequeño Bichito de Luz anduvo por años y años buscando y encontrando de todo un poco y de todos un poco también. El camino era largo, y solía involucrarse en tantas y otras aventuras. Observó y aprendió. También lloró. A veces a solas, a veces acompañado. Y así transcurrieron casi 10 años. Y, como el Bichito bien sabía, eso significaba transmutación.

Por momentos, todo parecía ayer: la mudanza, la despedida, ese “adiós” que resonó fuerte en las alitas del Bichito, haciéndolas vibrar. Aquella vibración nunca se fue. Sus alitas siempre estuvieron inquietas, buscando, volando alto. Así también sus antenas, por sobre todo atentas, que nunca dejaron de recibir información sobre su amada amiga, que lejos había viajado, emprendiendo su propia aventura.

¡Quién iba a pensar que sus aventuras volvían a cruzarse! Así fue. En casi 10 años, pasaron muchas cosas. El Pequeño Bichito de Luz ya no era tan pequeño, aunque seguía siendo un Bichito de Luz. Pero algo sumamente INCREÍBLE le había sucedido a la Oruguita. Una verdadera transformación: se había convertido en una Mariposa.

Y así fue que el Bichito la vio llegar ese día al Valle Encantando. Tenía unas hermosas y almendradas  alas amarillas, que parecían dos enormes corazones danzando cuando ella entró caminando por la meseta encantada.  Y no estaba sola. El Bichito de Luz pudo ver que había dos pequeños gusanitos avanzando lentamente a ambos lados. ¡Pero claro, sus pequeños retoños! Allí estaban, tan hermosos y pequeños.

- ¿Mamí, ese sel señol que es tu mejol amigo? – dijo el Gusanito más grande. En un instante, los ojos del Bichito comenzaron a empañarse. ¿Qué pasaba? No había rocío esa tarde. ¿Acaso ellos habían crecido con sus historias, aquellas anécdotas en la Selva? ¿Cómo sabía ese pequeño quién era? “Tu mejol amigo”. La Mariposa miró al Gusanito y con una gran sonrisa le respondió que sí. Entonces se acercó al Bichito de Luz y sin decir una palabra, extendió su manito. Y por un instante, el Bichito vio a su amiga en los ojos de aquel pequeño Gusanito. Y lo entendió todo. Y recordó esas palabras: “Pero la vida es tan misteriosa, Bichito, y eso ya lo aprendimos juntos.”

En su mano, el Gusanito sostenía algo, una especie de cartel doblado en varias partes. El Bichito lo tomó y abrió el papel que crecía y crecía, tan grande, que tuvo que estirar sus brazos para leer lo que decía.

¿Quelés sel el padlino de mi helmanito?

Y apareció el otro Gusanito por detrás de un ala de la Mariposa. Era extrañamente parecido a una Tortuguita. Se acercó y tomó el extremo inferior del cartel. Lo levantó y miró al Bichito de Luz, quién lo encontró con su mirada. Aquella sonrisa se triplicó, y expandió un aspecto oculto en el corazón del Gran Pequeño Bichito de Luz. Aquel regalo de su amada amiga la Mariposa, la oportunidad de nutrir con amor a otro ser, un corazoncito que había sido parte de ella, que creció y crecerá rodeado del más puro amor. Ahora nuevamente juntos, nuevamente cerca.

Continuará…

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