sábado, 17 de marzo de 2018

Las Caricias de Una Abuela: hasta pronto



Un otoño más, el placer de ver las hojas de la parra caer. Enormes planchas naranjas sobre la tierra, un colchón de vida que ya no está. Me despierto sobre la suave almohada de plumas, antigua en su reposar en aquella cama de hierro chillón. El sol tranquilo de invierno se cuela con fuerza por las cortinas pesadas, rojas y oscuras. Muevo mis pies dentro de sábanas blancas, perfumadas y limpias, planchadas la noche anterior, así pudiera sentirlas calentitas. Escucho la radio, algún tango a lo lejos, el informativo matutino, alguna voz masculina dando la hora. No salgo aún de la cama; el peso de las cobijas, el aroma a antigüedad, me reciben y contienen. Me levanto, el frío me recorre mi delgado cuerpo pequeño, mis rulos se crispan. Me cambio, voy al baño, frío, muy frío. Las baldosas se empañan con el calor de mis pies. Luego, abro la puerta del comedor. Los sonidos se maximizan. Es como si aquella puerta, siempre lo imaginé, llevara a lugares de misterio, a la infinidad de descubrimientos que tiene el mundo. Y como si me esperaran, allí, aparecían los aromas a pan tostado sobre la plancha caliente de la salamandra, el mate cocido en la taza de metal. Las ventanas abiertas, alguna cortina recaída sobre el postigo. Entro a la cocina y ahí estás, con el delantal; un nudo rápido sobre tus caderas. Me ves y me saludas felizmente con un cálido buen día, tan cálido como las cobijas que me cubrían la noche anterior, tan cálido que los primeros aires fríos del invierno nunca lograron enfriar. Me siento cerca de la cocina de leña, la vieja salamandra, y el calor que emana me hace sentir contenido nuevamente, disipa el frío que siento desde que me levanté de la cama. Tomo la taza, huele tan rico, le ponés leche, un poco. Mojo el pan tostado, se siente suave como se desarma en mi boca. Me preguntás si dormí bien. Te respondo que sí, calentito. Y hoy, justo hoy, que la necesidad de fijar este recuerdo viene a la mente, me doy cuenta que no podía ser de otra manera. Y hoy te vinieron a buscar, de noche, en una hermosa noche. Ellos que ya están en paz, ahora quieren que los acompañes. Y acá me quedo un tiempo más, con ese recuerdo, fijo en mi corazón, en todos mis sentidos, que aunque me los quiten, aunque se apaguen algún día, la marca de tu amor me buscará, me sanará. Gracias, gran mujer de manos fuertes, de mirada ágil y pacífica. Gracias por el camino andado, el cariño que intercambiamos, las verdades y los encuentros compartidos. Gracias por ayudarme a sanar. Gracias por ser mi segunda mamá. Gracias, infinitas, nonna.

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